miércoles, 2 de abril de 2014

Meta en verde

Suenan todas las alarmas cuando detectas que, de pronto, nada encaja pero que es lo mismo. Lleva tiempo adaptarse a algo y ese algo va cambiando según cambias tú. Es lógico. Se avanza, se rompe, se arregla. Se cambia.
Nada es inamovible ni debe serlo. No le puedes pedir a alguien que sea esa persona que conociste hace 15 años. Es triste, sí, pero la realidad no queda estancada en un momento determinado por mucho que te aferres a ello y no se quiera olvidar.

Te piden que avances, que ya tienes una edad y no puedes hacer tal o cual cosa, que si te has vuelto loca. Pues a mi me gusta que mi madre me ponga mi tazón de leche a calentar cuando estoy en casa para desayunar como cuando era pequeña, pero ahora le pongo café, y qué. Me gustan los vaqueros viejos porque son cómodos, pero con la blusa de flores nueva. Veo los dibujos cuando me da la gana y me sigo riendo como si tuviera ocho años, y luego me trago un articulo de 10 páginas sobre la conservación de una mariposa. Bueno.

Se cambia sin saber muy bien qué se será después, con una idea en la cabeza para conseguir un fin, llegar a la meta pese a tropezar mil veces en el camino porque no cambiaste el rumbo a tiempo... Se alcanza y se ve todo diferente, porque creías que iba a ser todo de color de rosa pero es verde porque, quizás y sólo quizás, la meta también se ha movido al avanzar tú, tus circunstancias y quien te acompaña.
Una vez leí en algún sitio que si te enamoraste de un lugar no debes volver allí  porque no lo verás igual y puede que te decepcione. Yo creo que se debe ser muy cafre para que un lugar añorado por cualquier circunstancia te decepcione al volver. El recuerdo era perfecto, sí, pero se pueden crear mil recuerdos perfectos más.

Necesito cambiar ciertas cosas de mi vida a conciencia y, sin embargo, otras cambian sin yo buscarlo. Crezco, experimento, corro y voy despacio, lloro y río, hago cosas nuevas y me recreo en las rutinarias. Avanzo sin olvidar qué y quién soy.

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