jueves, 24 de julio de 2014

Mi madre tiene una hija gilipollas y lo sabe

Es verdad, soy gilipollas y mi madre lo sabe. Pero hay que asumirlo en algún momento y este es tan bueno como cualquier otro. Lo podría haber reconocido hace tiempo, ayer o hace un año.


La semana pasada, como cualquier otra, abrí el armario el sábado por la noche para buscar unos pantalones que me apeteciera ponerme para salir. Mi sabia decisión fue uno naranja, que no se puede frotar para lavarlo porque destiñe. Y después beber kalimotxo. Porque me gusta vivir al límite. Y soy gilipollas, ya lo he dicho. Y, claro, me manché. Mucho, pero mucho mucho muchísimo. Y entonces, el domingo por la tarde, mi madre confirmó todas sus sospechas hacia mi gilipollez. Creo que casi me arranca la cabeza porque ese precioso pantalón naranja debía tener como un litro de kalimotxo encima. Pero conseguí limpiarlo. Con mucho esfuerzo y quitamanchas. Y algún WA de emergencia  a la experta en el tema pidiendo ayuda.
Después de esta magnífica elección, proseguí mi vida tan campante por ahí, tomando más decisiones estúpidas como no irme a casa a las 7, ni a las 8, ni a las 10 de la mañana, pero sí a la 1 del mediodía. ¿Por qué? Pues porque soy gilipollas y, además, una cosa lleva a la otra y... Al llegar a casa no era persona. Bueno, ni persona ni, siquiera, mente. No dormir me pone de mala leche y creo que di unas cuantas voces, me tiré en la cama y entré en un sueño profundo al cabo de un rato.

Las decisiones estúpidas marcan mi día a día y creo que me llevan por buen camino. O al menos el malo no lo he descubierto todavía. Y me gusta. Porque si me hubiera quedado en casa, esa noche no habría visto a tanta gente como vi, no habría recordado mis más oscuros secretos de adolescencia, no habría hecho todo lo que hice con mis pantalones naranjas llenos de manchas de kalimotxo.

1 comentario:

  1. Arroz con Pollo ;)1 de agosto de 2014, 11:36

    Si te sirve de consuelo, YO también soy gilipollas, como bien sabes...

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