He llegado a un conclusión: no se puede estar siempre bien. Puedes estar mejor o peor, pero los altibajos están ahí. Y si no, preguntádselo a cualquiera que haya a vuestro alrededor. Están en su micro-cosmos de felicidad que estropea el del resto porque, de repente, les da por sacar a pasear sus preciosos encantos bañados en el más mortal de los venenos, quemando y atrayendo como la llama de una vela que no puedes dejar de mirar y acercar la mano aún sabiendo que puede herirte.
domingo, 15 de marzo de 2015
domingo, 1 de marzo de 2015
Vaya, otra vez con ganas de abofetear y abrazar a la vez. Quizás es por culpa de mi inestabilidad emocional, quizás porque es imbécil y llevo intentando ayudar a tomar esta decisión meses. No está bien, no había una semana en la que no hubiera una sola discusión, y, pese a todo, lo mantenía.
No sabe, porque no lo he dicho realmente nunca, cómo es ver que está aferrado a una situación para nada beneficiosa, cómo esa relación tóxica le iba consumiendo poco a poco mientras el resto lo ve. Y, a lo mejor, un día le da por mirar a su alrededor y ver que todo está como si hubiera caído una bomba nuclear en su vida y no lo hubiera notado. Mira al horizonte y no hay nada. Mira al suelo y sólo queda polvo manchando sus zapatillas. Ni una pizca de vida a su alrededor porque llegó, arrasó y ni se enteró.
Y yo desde mi preciada posición de observadora lo vi todo, a ti cada vez más cansado, más pequeño, más débil; la explosión cada vez más grande, más fuerte. Y eso es lo peor, mi posición. No poder bajar, apartarte de un empujón y hacerte abrir los ojos. No. Tenía que dejar que te dieras cuenta tú solo, aunque a mi me costara tanto que a veces quería gritar para avisarte y que te protegieras. Porque, desde el espacio exterior de tu mundo, apenas podía mejorar la situación.
No sabe, porque no lo he dicho realmente nunca, cómo es ver que está aferrado a una situación para nada beneficiosa, cómo esa relación tóxica le iba consumiendo poco a poco mientras el resto lo ve. Y, a lo mejor, un día le da por mirar a su alrededor y ver que todo está como si hubiera caído una bomba nuclear en su vida y no lo hubiera notado. Mira al horizonte y no hay nada. Mira al suelo y sólo queda polvo manchando sus zapatillas. Ni una pizca de vida a su alrededor porque llegó, arrasó y ni se enteró.
Y yo desde mi preciada posición de observadora lo vi todo, a ti cada vez más cansado, más pequeño, más débil; la explosión cada vez más grande, más fuerte. Y eso es lo peor, mi posición. No poder bajar, apartarte de un empujón y hacerte abrir los ojos. No. Tenía que dejar que te dieras cuenta tú solo, aunque a mi me costara tanto que a veces quería gritar para avisarte y que te protegieras. Porque, desde el espacio exterior de tu mundo, apenas podía mejorar la situación.
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